Receta completa
Cuando pensamos en un plato de elaboración sencilla con pescado, seguramente las sardinas sean una de las primeras opciones que nos vengan a la cabeza. Siendo un pescado de un precio también asequible, puede que no lo consideremos uno de los más importantes. Sin embargo, son muchos los beneficios de este alimento para nuestra salud, por lo que deberíamos incluirlo en nuestra dieta de forma regular.
Las sardinas son un pescado azul, el más rico en omega 3, un ácido graso que nos ayuda a reducir el colesterol, sobre todo en la zona de las articulaciones. Además son ricas en hierro, fósforo, potasio y calcio, vitaminas como la B6 y la D, que nos ayuda a fortalecer los huesos y el sistema inmunitario. Así pues, son muchas las ventajas de consumir este alimento, que encima suele ser de los pescados más asequibles del mercado, además de tener un sabor fuerte y delicioso. Existen muchas maneras de cocinar las sardinas, pero quizás las más populares sean a la brasa, cuya elaboración es más sencilla pero te permite disfrutar al máximo de su sabor original o en escabeche, cuya receta es un poco más elaborada, pero te permite almacenar este pescado, una vez cocinado, durante más tiempo, para poder disfrutarlo después, tanto en los desayunos con el bocadillo, las comidas o las cenas.
Elaboración de sardinas a la brasa
Lo primero que deberás hacer será comprar las sardinas. Recuerda que es un pescado que no es muy caro, por lo que lo mejor será que las compres lo más frescas posibles en una tienda de confianza, de esta manera te asegurarás de que estás adquiriendo y consumiendo las de mayor calidad, lo cual será bueno para tu salud y obtendrás de ellas un mejor sabor.
Pídele al pescadero que te limpie bien las sardinas por dentro, es decir, que les quite las tripas y las deje lo más limpias posibles. Deja las cabezas y las colas, ya que se suelen servir enteras, y no las cortes por la mitad. Cuando llegues a casa lávalas bien y termina de limpiarlas por dentro, para que los comensales se las encuentren totalmente vacías a la hora de comérselas y las tripas no puedan darle un sabor amargo al pescado.
Pon un poco de papel de cocina en un plato y déjalas encima un rato, hasta que haya absorbido toda el agua de limpiarlas. Retira el papel y en un plato seco échale la sal gorda a las sardinas por ambos lados y déjalas reposar durante una horita. Una vez haya transcurrido este tiempo pon a calentar la plancha o una rejilla para la brasa, en el caso de que tengas oportunidad de cocinarlas al fuego, como en una barbacoa o en un merendero con brasas. Cuando la rejilla o la plancha estén muy calientes, por lo que deberás tener el fuego alto, puedes ponerle un poquito de aceite de oliva virgen extra para que no se enganchen y poner las sardinas, una a una al fuego. Como la temperatura del mismo será muy alta, deberás ir girándolas constantemente para que queden bien cocidas por dentro y no estén quemadas por fuera y quemadas en su interior.
Retira aquellas que ya estén hechas y en la última tanda añade la cabeza de ajos cortada a trocitos pequeños, sin piel. Deja que se dore el ajo y ponlo encima de las sardinas ya cocinadas, con un chorrito de aceite de oliva virgen y un puñado de perejil cortado también a trocitos pequeños. Mezcla bien todos los ingredientes para que lleguen a todas las sardinas y sírvelas cuando estén aún calientes para que los comensales y tú podáis disfrutar al máximo de su delicioso sabor.