Receta completa
Cuando pensamos en uno de los postres más típicos de nuestro país es normal que nos vengan a la mente las Yemas, también conocidas como Yemas de Santa Teresa, receta de las cuales procede de Ávila, donde son muy populares. Tan conocidas son las Yemas de Ávila y las de Santa Teresa, que podremos encontrarlas en todas las localidades españolas, no solamente en la de su procedencia, aunque lo más común es que si visitas el lugar las pruebes allí y te lleves algunas como souvenir para familiares y amigos.
Su elaboración no es complicada, simplemente necesitarás conocer bien la receta y contar con el tiempo y la voluntad necesaria con tal de poder realizar la receta paso a paso, practicando las veces que sean necesarias, con tal de conseguir realizar este dulce y delicioso postre en tu hogar. El origen de esta receta se cree que fecha de muchos siglos atrás y que solía realizarse en los conventos monacales, quizás donde se encontraba la Santa Teresa. Por eso, los ingredientes son fáciles de encontrar y su realización no requiere de hornos ni maquinaria especial, por lo que es posible su elaboración en casi todos los hogares.
Elaboración
Lo primero que haremos será separar la yema de las claras de cada uno de los huevos. Para ello necesitaremos mucha paciencia, ya que debemos mantener las yemas enteras, para que no se mezclen con la clara. Una vez las hayamos separado, las dejaremos a parte. Con las claras puedes añadir después otro huevo y hacer una tortilla o guardarlas para montarlas y poder realizar un bizcocho u otro postre que te apetezca. A continuación cogeremos un cazo y pondremos en él los 50 mililitros de agua y deja que empiece a hervir. Cuando el agua haya llegado a ebullición baja un poco el fuego y ves añadiendo el azúcar poco a poco. Con una cuchara de madera remueve el azúcar constantemente con tal de que pueda disolverse bien y te quede una pasta homogénea, con un tono ligeramente amarillento. Cuando el azúcar esté completamente disuelto, la pasta te quedará con un toque parecido al almíbar y será entonces cuando podrás apagar el fuego y dejar de remover.
Mientras se enfría la mezcla de agua con azúcar puedes comenzar a batir las yemas que has separado al principio. Una vez las tengas bien batidas puedes volver a poner el cazo con el agua y el azúcar al fuego, con intensidad muy baja, y deberás ir añadiendo las yemas batidas, poco a poco, mientras lo remueves todo con la cuchara de madera. Este es el proceso más importante de la receta, por lo que no deberás echar todas las yemas de golpe a la mezcla de agua con azúcar, sino que deberás hacerlo muy despacio, asegurándote de que lo remueves todo bien de forma constante y con movimientos circulares por todo el cazo. De este modo te asegurarás de que las yemas se están mezclando de forma uniforme con el resto de ingredientes y conseguirás eliminar grumos, haciendo que todos los ingredientes queden bien incorporados y no haya zonas en las que no ha llegado el azúcar, el agua o la yema de huevo.
Una vez hayas incorporado todas las yemas y veas que la mezcla está completamente igualada por todo el cazo podrás apagar el fuego y seguir removiendo el contenido, con paciencia y sin prisa, hasta que se enfríe. Una vez el contenido del cazo esté frío necesitarás papeles pequeños especiales para postre, normalmente de color blanco según la tradición, sobre los que espolvorearás un poco de azúcar glass para que la mezcla no se quede pegada el ellos. Con las manos bien limpias, cuando la mezcla se haya enfriado del todo con tal de no quemarte, coge pequeñas porciones y haz bolitas. Estas bolas deben de ser del tamaño del hueso de un melocotón, no demasiado grandes, ya que este postre es muy dulce y es mejor disfrutarlo en pequeñas cantidades. Cuando ya tengas las bolitas hechas, coloca cada una de ellas encima de uno de los papeles para postre, justo en el centro, y espolvoréala con un poco de azúcar glass por encima antes de servirlas. En este momento, tus yemas ya estarán listas para comer.